-¿Por qué has tardado tanto? -preguntó mi padre cuando llegué.
-Me caí al retrete -dije yo, bromeando. Ginny rió.
-Van a dar las campanadas en cinco minutos -dijo-. Acabamos de pedir las uvas.
-¿Peladas? ¿Sin pepitas?
-Sí y sí.
Perfecto.
Dieron las campanadas, pagamos la cuenta y nos fuimos.
No volví a ver a Jack en lo que quedó de noche.
Una vez en casa, subí a mi habitación, me quité la trenza y me desmaquillé. Cambié mi vestido por una camiseta ancha y negra y unos pantalones de chándal , y los tacones por unos calcetines. ''Mucho mejor'', pensñe. Volvía a ser yo misma.
Nunca me arreglaba si podía evitarlo, pero, en ocasiones como esta, mi madre me decía que lo hiciera.
Era tarde, así que me acosté en la cama y me dormí a los cinco segundos de haber apoyado la cabeza sobre la almohada.
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